Mientras escribo estas palabras, de fondo escucho los cantos de una misa que se siente tan cercana como lejos; son rezos que se escuchan a través de bocinas, imágenes capturadas en pantallas, es un santo sin fiesta patronal. Es esta escena melancólica que me impulsa a hablar de una festividad que hoy no se celebra como en otros años, una fiesta alegre que se siente triste al mismo tiempo.
Este 20 de mayo se celebra a San Bernardino de Siena, a 576 años de su fallecimiento y a 570 años de que Nicolás V le nombrara santo. Un santo que predicaba la palabra de Dios en el siglo XV allá por la antigua Italia, quien irónicamente falleció de una fiebre en su andar por los pueblos. Pareciera que las pandemias y la fe se encuentra estrechamente ligadas.
Si somos sinceros, la celebración sigue en pie, el festejo continua a puerta cerrada en la parroquia del pueblo y los cargos (aunque atípicos) se continúan realizando. La fe no se puede clausurar ni cancelar. Sin embargo, a pesar de que la celebración religiosa continúe, el pueblo se encuentra inmerso en un ambiente de nostalgia en el que el recuerdo de los años pasados golpea con fuerza en el presente.
No es simplemente que no se festeje al patrón del pueblo como se tenía acostumbrado (porque la forma de festejar también es una costumbre), sino que la fiesta del santo también es la fiesta del pueblo, es una fiesta que volvemos nuestra a través de las experiencias, las vivencias, los espacios y los recuerdos. Un 20 de mayo sin misas masivas; sin luces, juegos y risas alrededor de la parroquia; una fiesta sin colores, música o sabores; un 20 de mayo sin castillos ni toritos que quemar hacen de esta fiesta un poco triste, hacen de esta fiesta algo solitaria.
Yo no puedo negar la gravedad de la situación en la que nos encontramos, que poco a poco nos fue quitando lo más simbólico del pueblo (esperemos que no nos quite más). Uno tiene que acatar las recomendaciones y uno lo hace teniendo en mente el proverbio “ayúdate que yo te ayudaré”.
Pero, ¿Por qué es tan importante una fiesta patronal? ¿Por qué a la gente le afecta que no haya fiesta?
Esto va más allá de un aspecto religioso (un punto que por ahora no tocaré). Uno no solo es de Tlaxcalancingo, sino que es de San Bernardino también, y con ello me refiero a la identidad de la comunidad. El pueblo tiene dos nombres: el primero, del lado castellano, hace alusión a una religión traída desde el otro lado del océano; el segundo, del lado Nahua, nos habla del origen de sus habitantes y los símbolos que lo conforman. Ambos son parte de lo que somos como comunidad. Si alguno hace falta, hace falta parte de esta identidad también.
Pero estas son palabras más y palabras menos de un joven antropólogo que plasma su pensar mientras observa las calles de su pueblo y mientras escucha las pláticas de su gente. Que no diera por escribir esta nota de manera diferente… Que no diera el habitante de Tlaxcalancingo por vivir esta fiesta de manera diferente: en familia, con amigos, festejando y conviviendo.
Solo me queda decir: Felicidades a San Bernardino, no solo de Siena, sino de Tlaxcalancingo también.
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