Nunca antes en Tlaxcalancingo se había escuchado de un feminicidio. Fue hasta el 20 de Marzo de 2014, que Gerardo Juárez Sánchez desapareció a Judith Coatl Cuaya, ambos oriundos del mismo pueblo.
Al día siguiente -21 de Marzo-, Juárez Sánchez, junto a Cristian Quechol Díaz (originario de Tonanzintla, San Andrés Cholula) decidieron privar de la vida a la joven Judith, según las declaraciones dadas a conocer por la Dirección General de Atención a Delitos de Alto Impacto (DGADAI).
Los feminicidas fueron detenidos el 4 de Julio de 2014, un mes después de haberle quitado la vida a Laura León Ortega, oriunda de la Magdalena Tetela, en Acajete, Puebla. De este segundo hecho el único responsable, de acuerdo a las declaraciones de la DGADAI, es Gerardo Juárez Sánchez.
La nulidad de la Justicia en Puebla
En 2012, a un año de gobierno de Rafael Moreno Valle, y como estrategia -sobre todo mediática- ante el incremento de homicidios dolosos contra mujeres, el Congreso de Puebla apenas tipificaba el feminicidio como delito grave, con sanciones de 30 a 50 años de prisión.
Han pasado dos años y no hay sentencia para Gerardo Juárez Sánchez, y su complice Cristian Quechol Díaz. Además, “la Fiscalía General del Estado de Puebla, no reconoció el asesinato de Judith Coatl Cuaya como un feminicidio porque no cumplía con las características”, explica la familia de Judith, preguntando ¿qué requisitos debe cumplir un feminicidio para ser tipificado como tal?
En entrevista con la abogada Alehi Balderas, coordinadora del programa “Equidad y Justicia” del equipo jurídico del Observatorio Ciudadano de Derechos Reproductivos (Odesyr), comenta que en su experiencia, ha detectado el machismo arraigado en nuestras culturas como uno de los principales obstáculos para iniciar y desarrollar los procesos legales en los casos de feminicidios y denuncias de violencia.
Así mismo nos dice que pensar que el machismo es propio de las comunidades rurales o indígenas es bastante equivocado, ya que la mayoría de feminicidios domésticos ocurren en las ciudades. Apunta que los feminicidios públicos se vinculan con el crimen organizado quienes abandonan los cuerpos, desnudos, ultrajados o con tiros de gracia en los municipios donde radica su poder. Sin embargo, advierte que antes de que ocurra un feminicidio ya hubieron focos rojos que no se atendieron, y señala que la violencia nunca es estática, ya que avanza en escalada hasta que después de un tiempo los pellizcos o empujones de una relación se transforma en martillazos o balazos.
Para la familia de Judith Coatl Cuaya este tipo de actos se deben de castigar, porque entonces nunca van a parar, y menos si el Estado sale a decir “no cumple con los requisitos para ser feminicidio”, por el solo hecho que la mujer no esté embarazada. ¿Cuántas muertes más? ¿Cuántas familias más?
El estado cree que el único afectado es quien desaparece, cuando “es toda una familia la que muere”.
En el pueblo de Tlaxcalancingo ahora existe miedo de salir a la calle.
La historia detrás de cada mujer desaparecida
La ciudad que desde el discurso oficial se moderniza, invirtiendo millones y millones de pesos para caber en el “primer mundo”, cada semana, cada mes se viste con la piel desnuda, con los cuerpos ultrajados y con la ausencia de 20 mujeres en lo que va del 2016.
Las autoridades responsables de monitorear estos crímenes no se han dado a la tarea de esclarecer cuáles son las verdaderas cifras desde que se tipificó el feminicidio en 2012.
A decir de algunos ciudadanos entrevistados que cuestionan los feminicidios, es claro que la erradicación de la epidemia de asesinatos de mujeres en Puebla no es un problema que importe a las autoridades e instituciones de los distintos niveles de gobierno, por el contrario, las autoridades e instituciones apuestan a la pereza, a la falta de voluntad para resolver los casos y castigar a los culpables.
Por tanto, surgen los cuestionamiento; si las autoridades responsables de velar por la seguridad de los ciudadanos se niegan a cumplir con su obligación de protegernos ¿a quiénes exigiremos erradicar esta epidemia? ¿a quiénes delegaremos la responsabilidad de proteger, investigar, y resolver cada crimen contra la mujer?
Una de las hermanas de Judith Coatl Cuaya, relata que una de las mayores preocupaciones la tienen desde enero de 2015, mes en el que Gerardo Juárez Sánchez extendió su declaración, diciendo que el único responsable de los hechos es él mismo, dejando libre de toda culpa a Cristian Quechol. De esa fecha a la actualidad no ha cambiado nada en el expediente y no existe sentencia alguna, aún cuando el caso ha sido calificado como homicidio doloso, y no como feminicidio.
“Nosotros comentamos que fuese feminicidio, nos dijeron que no porque no alcanza lo que es un feminicidio. Pregunté a la Ministerio Público (MP) en su momento ¿Qué requisitos necesita un asesinato para ser catalogado como feminicidio? ¿Cómo necesito morir para que me digan, sí es feminicidio? La autoridad solo respondió -es lo que dice la ley-”.
Continuando con la charla, nos dicen que las autoridades han dejado claro que existen casos donde las mujeres se van con sus parejas, pero en el caso de Judith, ya está todo; se la llevó (Gerardo), él está confeso. No hay duda para decir ¡es un feminicidio! porque es contra una mujer. En el caso de Gerardo Juárez no fue solo Judith, fue contra otra mujer; Laura León Ortega.
“Quisiera que el gobernador nos contestara ¿qué se necesita para ser un feminicidio? ¿Cuántas más? ¿Qué espera? ¿No son tantas como para decir que en Puebla hay feminicidios? ¿Cuántos muertes más quiere?” expresa Emma con semblante de extrema preocupación dentro de su sala donde su voz hace eco.
De mujeres amas de casa, a abogadas y detectives
“Desde el primer momento en que vimos que Judith no regresó, sabíamos que algo no estaba bien. Judith no era así”. Confió Emma Coatl.
Sentada frente a su larga mesa de madera y con la mirada firme, Emma recuerda haber escuchado en la radio una entrevista que el Sr. López Díaz hizo a su mamá, doña Felipa Cuaya, donde le preguntó ¿y es normal que Judith hiciera esto (sic)? … “cuando yo llegué le dije a mi mamá -¡porque NO es normal, lo estamos denunciando!”.
Nos hemos dado cuenta que hay mucha corrupción. Cerramos la carretera con el apoyo de mucha gente, y gracias a ellos llegamos a la Procuraduría General de Justicia (PGJ) del Estado de Puebla (ahora Fiscalía General del Estado de Puebla), pensando que llegando nos iban a atender, pero no nos hicieron caso, y tuvimos que empezar a buscar de nuestra parte, dice la familia en entrevista.
A la DGADAI fueron ocho veces, hasta que les indicaron que antes tenían que hacer una llamada pidiendo el rescate, sin eso, no podían ayudar. “Son buenos en su trabajo, pero son antisecuestro, sino tiene nada que ver con la materia, ellos no pueden ayudar”, confiesan.
Antes que Judith apareciera, hermanas, hermanos y amigos recorrieron lugares, que en palabras de Emma, nunca imaginaron que existieran.
Tuvieron que apoyar a sus esposos y amigos para llegar a lugares que Gerardo Juárez acostumbraba visitar; men´s club, o table dance, mayormente en Tlaxcala, y la Trinidad de Tepango en Atlixco. De esta manera recorrieron Morelos, el estado de México, Oaxaca, Guerrero, y todo lo que pudieron en Puebla, siempre con la esperanza de encontrar a la joven Judith.
Después de mucho tiempo en buscarla, hubo quienes preguntaban a la familia Coatl Cuaya ¿ustedes creen que de verdad siga viva? -A la mejor ya esta muerta.
Fue entonces cuando visitaron el Servicio Médico Forense (SEMEFO).
Siguieron tocando puertas. Llegaron al extinto talk show de Bozzo “Laura en América”, programa que se trasmitió hasta el año pasado por el canal diez de televisa. Recuerda la familia de Judith que, estando en México un oficial les dijo “de Puebla siempre se las traen a México”. Les dieron nombres de lugares, advirtiéndoles que mujer que entra no sale.
Emma se pregunta ¿Cómo es posible que la misma policía te diga donde están, y cuáles son las consecuencias? ¿Cómo saben y no hacen nada?
Todo lo comentaban con sus respectivos esposos, familiares y amigos. Pronto partían hacia los lugares “recomendados” y al regresar daban cuenta de las peculiaridades de cada espacio que visitaron. Incluso comentan que cada lugar a donde llegaron existe un “modelo de mujer”; altas, delgadas, güeritas, y todas entre 14 y 18 años de edad.
Esto sucedió hasta que uno dijo “ya no quiero ir (a los men´s club), tengo una hija. Es horrible y ojalá tu hermana no esté en esto”. Incluso -recuerdan- “me tocó ver (sic), la niña no estaba tomada, a la chavita la habían drogado… y gritaba ¡ya no quiero!”. Describen a un tipo gordo cobrando al cliente, que a jalones metió a la niña.
Cuando las hermanas de Judith empezaron a visitar SEMEFO, cabía la esperanza, porque de los cuerpos que vieron, ninguno era de Judith. Emma estaba entusiasmada en que Judith estaba viva.
Nunca dejaron de volantear en cada uno de los estados que visitaron. Uno de los estados que tienen muy presente es Tlaxcala, donde volteaban, y en minutos todo desaparecía.
Se les preguntó ¿qué debemos hacer para prevenir, erradicar y/o disminuir toda esta ola de violencia en el Estado de Puebla? La postura fue firme “quisiéramos que la respuesta la contestaran las autoridades”.
La familia Coatl Cuaya esta consciente que estos hechos han llegado hasta los pueblos, hasta el pueblo de Tlaxcalancingo, donde se las llevan, y nadie dice ni hace nada. No es justo, y quisieran una respuesta para eso.
Saben que las cosas no son fáciles, “pero hay cosas que sí están en las manos del gobierno, como el hecho de que reconozca que hay feminicidios en Puebla, y es alarmante que sean tantos”.
En el largo camino que emprendieron, recuerdan a una señora de edad avanzada que se encontraron en México, oriunda de la ciudad de Tlaxcala, quien contó la historia de su nieta de 12 años, y que después de medio año, el gobierno de Tlaxcala aún no podía entregar la ficha técnica de la niña desaparecida. La señora andaba sola en la ciudad de México buscando a su nieta en sitios y/o centros de prostitución.
Judith trabajó en la comunidad de Tlaxcalancingo como catequista del barrio Santiago Cuayantla, de donde ella es originaria. Recién había terminado su carrera en Psicología, y estaba pensando en iniciar sus estudios de inglés. Ella junto a su hermana Emma cuando eran pequeñas ayudaban a su madre (Doña Felipa) a vender nopales en el mercado. Judith era alegre y con muchos sueños profesionales. Con lagrimas en los ojos, así recuerda la familia Coatl Cuaya a Judith.
“Los problemas de la ciudad” no son hechos aislados de las comunidades; indígenas o rurales
Emma Coatl Cuaya es hermana de Judith. Para ella la violencia es cultural por las costumbres heredadas en los pueblos, y se nutre en la educación familiar. Sin embargo, para ella hombres y mujeres son seres humanos, ambos sienten, y aunque físicamente las mujeres son menos fuertes, moralmente ambos son iguales, pues también tienen sueños y sentimientos.
Preocupados y atentos al incremento de feminicidios en Puebla a inicios de 2016, Cholollan Radio se preguntó ¿cuál son las raíces y el índice de violencia en nuestras comunidades?
Para tratar de indagar sobre la pregunta por subjetiva que sea, se realizó un censo a forma de taller con 10 personas del sexo masculino (en un rango de edades que van de los 15 a los 70 años) sobre su nivel de violencia, originarios de las comunidades de Tlaxcalancingo y Santa María Zacatepec. Tomamos como referencia el violentómetro publicado por la revista de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED).
Los resultados fueron sorprendentes
Las formas de violencia ejercidas en los espacios íntimos de los encuestados son similares en todos los casos, siendo las que más prevalecen; mentir, ignorar, engañar, manosear, empujar, controlar y prohibir. Es difícil distinguir en cuál de estas prácticas la violencia hará su escala, y tampoco es posible aseverar que ante estas acciones necesariamente ocurrirá un feminicidio. Si acaso, a partir de estas evidencias, podríamos asegurar que de 10 hombres censados, 10 ejercen tipos similares de violencia hacia la mujer. ¿Serán 10 hombres ahora quienes están al tanto de sus conductas?
Dentro del ejercicio se preguntó ¿las prácticas machistas son exclusivas de los hombres? La respuesta fue ¡No! Hombres y mujeres lo practican diariamente -y peor aún- lo enseñan y transmiten a las familias, que frente al arraigo cultural, ambos son responsables de erradicar esta epidemia. Esto sin sumar la omisión del Estado.
Sin embargo, aun cuando las personas censadas no hayan violado y asesinado, los resultados de ninguna manera terminan de reflejar la realidad de los pueblos, porque uno de cada diez, ha forzado una relación y ha incurrido en el abuso sexual, actos muy cercanos a la violación, la mutilación, y el feminicidio.
A los familiares de las desparecidas y los desaparecidos
“No perder la fe” dice Emma Coatl Cuaya, hermana de Judith.
Aprendiz autodidacta de herramientas periodísticas.
"La historia es nuestra, y la hacen los pueblos" -Salvador Allende.