Mujeres en el fútbol

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El domingo 30 de agosto a la 13:00 horas se disputará la final de la UEFA Women’s Champions League. El equipo alemán VfL Wolfsburgo busca llevarse su tercera copa de Champions  mientras que su rival, el Olympique de Lyon, disputará su octava final; de los cuales se han hecho de 6 títulos. Una final que ningún amante del balompíe puede perderse. 

 

 

Con la relevancia de esta justa deportiva me gustaría hablar un poco sobre el papel que desempeñan las mujeres en el fútbol actual. No es secreto que el deporte más consumido a nivel mundial es el fútbol; «el mundo gira en torno a la pelota que gira», y esto nos lo pueden afirmar los más de 3 mil millones de espectadores que disfrutaron el mundial de Rusia en 2018.

Sin embargo, este deporte no se mueve de manera igualitaria en todas sus ramas y sub-disciplinas. Fue a penas en el año 2017, con el torneo de apertura, cuando México comenzó a incursionarse en el fútbol femenil.  A lo largo de estos tres años (exceptuando el torneo anterior) hemos visto coronarse campeonas a Guadalajara, Tigres (2 ocasiones), América y Monterrey.

A primera instancia podría sonar bien, sin embargo, al hacer un ejercicio de comparación nos damos cuenta sobre el largo camino que nos llevan diferentes países en los cuales se tiene liga femenil desde hace más de 30 años, como por ejemplo la Copa de la Reina en España que se lleva disputando desde 1983.

 

 

¿Qué quiere decir esto?. A pesar del creciente desarrollo del fútbol femenil en nuestro país reflejada en los record de entrada en las finales, los mecanismos y estructuras deportivas siguen siendo escasos y precarios. El salario de una jugadora de primera división ronda entre los 2,000 a 30,000 pesos, sin embargo, la media de ingresos en la liga realmente es de 6,000 pesos al mes; insumo que en muchas ocasiones obliga a las jugadoras a conseguir un segundo empleo o a desistir del sueño deportista.

 

 

Más allá de que a nivel internacional las competiciones futbolísticas de la rama femenil estén tomando mayor relevancia en el ámbito deportivo, cultural y de entretenimiento, el reconocimiento que se les da a los equipos es desigual en comparación a sus «contra-partes» a pesar de conseguir los mismos méritos.

Como ejemplo se puede mencionar a los campeones de los mundiales pasados de sus respectivas ramas; el equipo francés al coronarse campeón recibió una cantidad de 38 millones de dólares como premio, mientras que al cuadro estadounidense le otorgaron 5 millones de dólares por la misma hazaña. Unos culpan a la calidad, pero lo cierto es que es un problema estructural. 

 

 

Este panorama a llevado a más de una jugadora a expresar su desacuerdo con esta evidente desigualdad; esto es el caso de Megan Rapinoe, capitana del cuatro veces campeón equipo estadounidense, quien tras recibir el premio The Best como mejor jugadora, mencionó en su discurso de recibimiento lo siguiente:

 

Siento que si queremos tener un cambio verdadero, necesitamos que no solo Sterling y Koulibaly, sino que todos estuvieran igual de molestos con el racismo como ellos. Si todos estuvieran igual de molestos por la homofobia como los jugadores de la comunidad LGBTIQ, si todos estuvieran igual de molestos por la falta de pago igualitario o falta de apoyo al deporte femenino y no solo las mujeres, eso sería una inspiración máxima

 

Reclamos validos para un sistema que no permite jugar equitativamente; se nos deja ver un deporte hecho para todos pero manejado por unos pocos.

 

Por otro lado, el desarrollo y la participación de las mujeres en el mundo del balompíe no se queda en su papel como jugadoras, sino también en las dinámicas que rodean al fútbol. Fuera del césped nos encontramos con asistentes, entrenadoras, árbitros, directivas, dueñas, cronistas, periodistas, aficionadas, etc. Quien crea que el fútbol es asunto de hombres vive aislado en una burbuja; pero como toda burbuja un día ha de explotar.

 

El camino que se ha de recorrer para obtener una verdadera equidad en el fútbol amateur hasta el profesional va más allá de acciones superficiales que maquillan el problema lavando las manos de quienes son responsables de su desigualdad.

 

 

No se trata de dejar que jueguen y participen las mujeres en el mundo de fútbol (pues ellas no están pidiendo permiso, lo están haciendo), sino el verdadero punto de salida es no ponerles el pié cuando estén jugando, no hacerles más grande el muro que están escalando; una verdadera igualdad no se alcanza cuando el Tuca le sede primero la palabra a una mujer, o cuando evidencia el coraje con que juegan las chicas tras una falta; una verdadera equidad se obtiene cuando las «reglas» de la estructura del fútbol son las mismas para todos.

Con estas últimas palabras es como se termina el artículo esperando que lo dicho genere alguna reflexión a más de uno. Por mi parte solo queda esperar el partido del domingo con la ilusión de que el equipo Alemán se lleve la victoria. 

Estudiante de Antropología Social, fotógrafo aficionado y apasionado del fútbol


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